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El cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente en las mujeres. Cada año en España se diagnostican 26.000 casos nuevos de esta grave enfermedad, que se puede curar si se detecta a tiempo. Consiste en la proliferación acelerada e incontrolada de células del epitelio glandular, que aumentan de forma desmesurada su capacidad reproductiva. Las células del cáncer de mama pueden diseminarse a través de las sangre o de los vasos linfáticos y llegar a otras partes del cuerpo. Allí pueden invadir los tejidos y órganos de alrededor formando metástasis.

Este tipo de cáncer se da, en el 99% de los casos, en mujeres. Las estadísticas señalan que 1 de cada 8 mujeres tendrá cáncer de mama a lo largo de su vida. Se diagnostica, en su mayoría, entre los 35 y los 80 años, aunque la franja de edad más común se sitúa entre los 45 y 65 años.

En la mayoría de los casos el diagnóstico comienza cuando la mujer observa algún cambio en la mama. La paciente acude al médico cuando nota un bulto o cualquier cambio en la mama, areola o pezón. En esos casos el médico realiza la historia clínica y lleva a cabo una exploración física. También puede darse el caso de que la paciente no haya notado nada y sea el médico el que lo detecte en consulta.

Ante la más mínima duda el médico realiza una mamografía para confirmar o descartar la sospecha. Existen diferentes pruebas de imagen que estudian la mama:

• Mamografía: Imagen de rayos X que detecta zonas anómalas en los senos.
• Ecografía: técnica que utiliza el ultrasonido que detecta lesiones quísticas, generalmente no tumorales, y lesiones sólidas, que son más preocupantes. Con esta prueba se puede ver el estado de los ganglios de la axila, que son el primer lugar de diseminación del cáncer de mama.
• Resonancia magnética nuclear (RMN): exploración radiológica que utiliza un campo electromagnético para la obtención de imágenes. Se puede usar en mujeres con tejido mamario denso, con mutación del gen BRCA o en las que llevan prótesis de silicona en los pechos.

Ante la sospecha de cáncer de mama se toma una muestra de tejido de la zona sospechosa para analizarlo. La biopsia muestra datos relativos a las características de las células (malignas o benignas) y a su tipo y grado de agresividad. Puede realizarse mediante palpación o guiada por una imagen ecográfica.

Una vez confirmado el diagnóstico con las pruebas radiológicas y la biopsia, se realizan otras pruebas como una radiografía de tórax, una ecografía abdominal y una gammagrafía ósea.

El cáncer de mama, en una fase inicial, no suele producir ningún síntoma. Por eso se insiste tanto en la importancia que tiene que la mujer se palpe los senos y se realiza pruebas de cribado, como la mamografía y la ecografía.

El síntoma más fácilmente reconocible es un bulto o nódulo que la mujer o el médico palpan en la mama. Existen también otros síntomas, como cambios en la piel de la zona o en el pezón.

Se debe acudir a consulta de ginecología en cuanto aparece algún síntoma, para que el médico valore si es necesario realizar un estudio más amplio que incluya pruebas diagnósticas. Es importante saber que tener algún síntoma no es sinónimo de cáncer, por lo que hasta que no haya un diagnóstico preciso la paciente no debe alarmarse.

Los síntomas más frecuentes son:

• Aparición de un nódulo en la mama, que antes no existía.
• Aparición de un nódulo en la axila, que antes no existía.
• Dolor a la palpación.
• Mamas que cambian de tamaño y forma.
• Pezón que puede retraerse.
• Contorno de las mamas que se vuelve irregular.
• Pérdida de movilidad en una de las mamas, cuando la paciente levanta los brazos.
• Cambios en la piel de mama. Pueden aparecer úlceras, modificar su color y dar un aspecto de piel de naranja.

Una vez avanza la enfermedad, la paciente puede sentir otros síntomas asociados, como notar cansancio y dolor localizado en los huesos.

El cáncer de mama no se puede prevenir, aunque en los últimos años hay estudios que afirman que tener una vida saludable, practicar ejercicio de formar habitual, llevar una dieta saludable y evitar el sobrepeso y el consumo de alcohol ayuda a reducir el riesgo de padecer esta enfermedad.

Algunos médicos recomiendan no tomar ningún tratamiento hormonal sustitutivo tras la menopausia, ya que existen estudios que demuestran que esta medicación se asocia a un mayor riesgo de cáncer de mama.

En el caso de que la persona tenga antecedentes familiares de cáncer de mama puede realizarse un estudio genético para ver si se asocia con una mutación genética (BRAC1, BRAC2).

Esta enfermedad es un grave problema de salud por su elevada incidencia y su repercusión en la sociedad. Un diagnóstico precoz ayuda a conseguir una pronta recuperación de la persona enferma. Las pruebas de cribado son fundamentales en la detección de la enfermedad. La mamografía y la ecografía de mama disminuyen la mortalidad por este tipo de cáncer. Deben realizarse de forma periódica, para detectar cualquier anomalía que pueda surgir.

No existe un tratamiento estándar para las pacientes con cáncer de mama. Los médicos realizan tratamientos individualizados, en función del tipo de cáncer que tenga la paciente, la localización del tumor, la edad, el estado general de salud, el estadio en el que se encuentra la enfermedad o el grado de las células. En el proceso son muchos los médicos implicados: ginecólogos, cirujanos, oncólogos médicos, oncólogos radioterapeutas.

El tratamiento de cáncer de mama se puede iniciar con una cirugía, para posteriormente administrar un tratamiento de quimioterapia y/o radioterapia. También puede comenzar con un tratamiento sistémico, neoadyuvante, de forma previa a la cirugía. En enfermedades avanzadas, por lo general se usa un tratamiento sistémico.

Con la cirugía se pretende extirpar el tumor y analizar los ganglios de la axila. Se puede realizar de forma conservadora, eliminando el tumor y una pequeña parte de tejido circundante, pero dejando la mama, o hacer una mastectomía, intervención en la que se extirpa toda la mama.

Será un equipo multidisciplinar el que decida cuál es el mejor tratamiento para cada paciente.

Los avances médicos y las nuevas técnicas han logrado que la supervivencia del cáncer de mama mejore considerablemente en los últimos 20 años. La supervivencia a cinco años, desde el diagnóstico, supera el 82%, gracias a las medidas preventivas y las campañas de detección precoz.

En España fallecen cada año 6000 mujeres por cáncer de mama, representado el 16,5% de las muertes por cáncer de mujeres. La edad media de fallecimiento es de 66 años.

La ecografía de mama es una prueba que examina los senos mediante ultrasonidos. A través de un pequeño aparato, denominado transductor, el médico puede ver la imagen de las mamas de la paciente. Esta prueba se manda como complemento al test para la detección del cáncer de mama. En mujeres con mamas densas, con menos tejido adiposo, la inclusión de una ecografía en el protocolo mejora la detección de cualquier tumor.

Es un examen indoloro que no necesita ninguna preparación, aunque se deben seguir algunas recomendaciones previas, como no usar ninguna loción hidratante en la zona ni tampoco desodorante. Esta prueba es muy eficaz para encontrar pequeños tumores que aún no se han extendido a los ganglios linfáticos.

Permite distinguir entre una masa sólida y un quiste y ayuda a encontrar un tumor cuando el pezón produce secreciones transparentes o con sangre. También es un método que se utiliza en el caso de ser necesaria la realización de una biopsia de mama, funcionando como una guía.

Se prescribe principalmente en mujeres con menos de 40 años, puesto que las mamas son más densas. La mayoría de los bultos mamarios en mujeres jóvenes son quistes benignos o tejido glandular normal que aparece amontonado. Los senos de las mujeres con más edad tienen más grasa y son más fáciles de evaluar a través de una mamografía.

La mamografía es la prueba más utilizada para la detección del cáncer de mama, tanto en mujeres asintomáticas como en aquellas que presentan síntomas como bultos, secreción del pezón o hundimiento del mismo. Se trata de una técnica que muestra imágenes del interior de los senos de la mujer, mediante una mínima radiación. Es tan eficaz que permite mostrar cambios en la mama mucho antes de que el médico o la paciente lo noten.

Esta prueba debe realizarse a partir de los 40 años, aunque en mujeres con antecedentes de cáncer de mama o de ovarios hay que comenzar antes con los exámenes de cribado.

El mejor momento para hacerse una mamografía es una semana después de haber tenido el periodo. De esta forma se evitan los días en los que los senos están más hinchados y sensibles. También es importante llevar las pruebas realizadas en años anteriores, para que el radiólogo pueda comparar si la mama ha sufrido alguna variación.

La mamografía se realiza de forma ambulatoria y, aunque no es dolorosa, es un poco molesta para la mayoría de las mujeres. Durante la misma el médico o el técnico en rayos coloca la mama en la unidad mamográfica y la comprime de manera gradual. De esta forma se consigue que todos los tejidos se vean perfectamente y no quede ninguna zona oculta. Al permanecer inmóvil la paciente, la imagen de la mama se ve más nítida.

Las mamografías evitan el 30% de los fallecimientos por cáncer de mama, ya que permiten al médico ver pequeños tumores y poner un rápido tratamiento. Hace años se guardaban las imágenes de rayos X impresas, pero ahora en la mayoría de hospitales o centros médicos se funciona con archivos digitales, facilitando la comparativa con pruebas anteriores. No obstante es importante saber que la mamografía no detecta todos los tipos de cáncer de mama.