Resistencia del corazón ante el esfuerzo físico
Últimamente se ha puesto de moda hacer deporte, independientemente de la edad que se tenga. Atrás han quedado la pereza, la vaguería, las excusas y el hacerse los remolones. Es una buena noticia, sobre todo para la salud, pero hay que tener en cuenta que no todos los corazones están preparados para el esfuerzo físico de la misma manera.
Por ese motivo hay pruebas específicas indicadas para aquellas personas que quieren empezar a realizar una actividad física de manera continua, con el objetivo de mejorar su rendimiento deportivo. Una de ellas es la prueba de esfuerzo o ergometría. Seguro que hemos oído hablar de ellas en casos de atletas profesionales, pero no está de más conocer si nuestro corazón es capaz de soportar el ritmo que le pretendemos imponer.
¿En qué consiste una prueba de esfuerzo?
Es una prueba sencilla que se puede realizar en bicicleta estática o sobre un tapiz rodante, para conocer si durante la realización del ejercicio se tienen ritmos cardiacos normales o si hay alteraciones cardiovasculares que no se detectan en reposo. A la vez que el paciente está haciendo ejercicio, cada vez a un ritmo mayor, se le realiza un electrocardiograma mediante electrodos colocados en el pecho. Se trata de una prueba que no es dolorosa y que muestra un gráfico que registra los movimientos del corazón.
También en ocasiones se realiza un análisis de gases para conocer el consumo máximo de oxígeno que nuestro cuerpo puede procesar, así como nuestro umbral aeróbico y anaeróbico. Recibe el nombre de prueba de esfuerzo con análisis de gases y añade, al ergómetro y al electrocardiograma, una mascarilla que mide constantemente los niveles de oxígeno y anhídrido carbónico. El umbral aeróbico indica a qué frecuencia cardiaca y ritmo se entrena mientras el corredor está rodando. El umbral anaeróbico muestra los mismos parámetros, pero mientras se trabaja anaeróbicamente, haciendo series por ejemplo. También se mide el consumo máximo de oxígeno que el cuerpo puede procesar.
Esta prueba, que siempre debe realizar un médico especialista en cardiología o medicina deportiva, es indolora y aporta mucha información sobre nuestra forma física. Lo más importante es que descarta cualquier tipo de problema que impida entrenar. A partir de ahí, ayuda a la hora que planificar un entrenamiento, ya que gracias a ella tenemos todos los datos necesarios para saber cuál es la velocidad máxima de carrera que soporta nuestro corazón o cuál es nuestro nivel de resistencia.
La interpretación de los datos recogidos por el médico ofrece muchas pistas sobre diferentes parámetros de la persona, como la salud, la condición física, la adaptación al esfuerzo físico y la individualización a la hora de realizar un plan de entrenamiento.
¿Quién debe realizarse esta prueba?
La prueba de esfuerzo está indicada, sobre todo, para aquellas personas que están pensando mejorar su rendimiento deportivo, por ejemplo aumentando el número de kilómetros que habitualmente corre, o para aquellas que quieran realizar por primera vez alguna prueba tipo Ironman. También deben hacérsela todas aquellas personas que presenten dolor torácico, hayan tenido un ataque cardiaco o tengan una cardiopatía o factores de riesgo como la diabetes.
Por otra parte está contraindicada para personas que tengan una enfermedad cardíaca preexistente grave como el infarto de miocardio en fase aguda, arritmia con repercusión hemodinámica sin control, miocarditis aguda o disección aórtica, entre otras patologías. Tampoco se la deben de hacer aquellas personas que tengan anemia severa, tromboflebitis aguda o hipertensión arterial pulmonar severa.
Cualquier persona que quiera realizarse una ergometría tiene que solicitar cita con un cardiólogo para que el médico le prescriba la realización de la prueba.
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